Practicar actividad física después de haber recibido tratamiento para un cáncer colorrectal reduce un 28% la probabilidad de que la enfermedad reaparezca en los ocho años siguientes, según el primer ensayo clínico que ha evaluado los efectos del ejercicio en personas con cáncer como si se tratara de un medicamento.
“La magnitud del beneficio es similar al de muchos tratamientos farmacológicos aprobados” para reducir el riesgo de recidivas, afirman los autores de la investigación en la revista The New England Journal of Medicine, donde han publicado sus resultados. El ensayo clínico se ha presentado simultáneamente en el congreso de la Sociedad Americana de Oncología Clínica celebrado en Chicago en una sesión científica titulada Tan bueno como un fármaco.
Además de reducir el riesgo de que el cáncer reaparezca, la práctica habitual de actividad física se ha asociado a una reducción de mortalidad del 37% en los ocho primeros años después de un tratamiento de cirugía y quimioterapia para un cáncer colorrectal.
El beneficio se ha observado incluso con actividad física moderada, equivalente a caminar 45 minutos tres o cuatro veces por semana
Estos beneficios se han conseguido con una actividad física aeróbica de intensidad moderada practicada de manera habitual, pero “pensamos que un ejercicio más intenso aportaría resultados incluso mejores”, declara en un correo a La Vanguardia Kerry Courneya, primer autor de investigación, de la Universidad de Alberta (Canadá).
El objetivo del ensayo clínico era que los pacientes, que tenían una media de edad de 61 años cuando se les diagnosticó el cáncer, realizaran un ejercicio equivalente a caminar a ritmo rápido entre 45 y 60 minutos, o bien a correr entre 25 y 30 minutos, tres o cuatro veces por semana. Se dejó que los participantes realizaran la actividad que quisieran, y algunos prefirieron ciclismo, natación o kayak, pero la mayoría optaron por caminar a paso rápido porque les fue más fácil integrarlo en sus rutinas diarias.
Los mecanismos propuestos para explicar los beneficios de la actividad física frente al cáncer incluyen la reducción de la inflamación, la mejora de la inmunidad y la regulación del metabolismo. Estos mecanismos no son exclusivos del cáncer colorrectal sino que intervienen en múltiples cánceres, por lo que los investigadores creen que la actividad física también puede mejorar el pronóstico de otros tipos de tumor. “Los datos son prometedores para cáncer de mama, endometrio y próstata”, informa en un correo a La Vanguardia Kerry Courneya, primer autor de investigación, de la Universidad de Alberta (Canadá).
El ensayo clínico se ha hecho con pacientes de cáncer colorrectal, pero el ejercicio también puede mejorar el pronóstico de otros tumores
Estudios anteriores habían observado que la práctica habitual de actividad física se asocia a un menor riesgo de recibir un diagnóstico de cáncer y a un mejor pronóstico en caso de recibirlo. Pero estos estudios no estaban diseñados para demostrar causalidad. Podía ocurrir, por ejemplo, que las personas que se encuentran mejor al terminar un tratamiento oncológico se sientan con más energía para hacer ejercicio, y que su mejor pronóstico se deba a que tienen mejor salud de entrada, más que el ejercicio que hacen.
Para aclarar si la relación es causal, y si conviene que la actividad física se convierta en parte de la terapia oncológica, se ha realizado un ensayo clínico en el que han participado 889 pacientes y 55 hospitales de seis países, la mayoría de ellos en Canadá y Australia.
“Los resultados son impresionantes; tenemos que incorporar la actividad física como parte del tratamiento”, declara Elena Élez, investigadora principal del grupo de cáncer colorrectal del Vall d’Hebron Instituto de Oncología (VHIO), que asistió a la presentación de los resultados en el congreso de Chicago. “Al terminar la presentación, todo el mundo se levantó y empezó a aplaudir”, algo insólito en un congreso médico, señala Élez. “Sabíamos que la actividad física es muy importante; estos resultados demuestran que es incluso más importante de lo que pensábamos para mejorar el pronóstico de personas con cáncer”.
Los resultados son impresionantes; tenemos que incorporar la actividad física como parte del tratamiento”
La mayoría de los participantes en el ensayo clínico eran pacientes con cáncer diagnosticado en estadio 3, lo que significa que tenían tumores relativamente grandes que habían invadido tejidos circundantes pero no tenían metástasis. En este colectivo el tratamiento consiste en cirugía seguida de quimioterapia, que se administra para reducir el riesgo de recidivas. Aun así, el cáncer reaparece en alrededor del 30% de los pacientes.
Al terminar la quimioterapia, la mitad de los participantes en el ensayo clínico recibieron materiales educativos que recomendaban ejercicio y dieta saludable. La otra mitad, además de recibir los materiales educativos, entraron en un programa de actividad física de tres años de duración. El programa se basó en visitas de apoyo psicológico y en sesiones de actividad física supervisadas por especialistas, a modo de entrenadores personales. Las sesiones fueron más frecuentes al inicio del programa y más espaciadas en el segundo y tercer año, pues el objetivo era que los participantes empezaran con ayuda y después se acostumbraran a hacer la actividad física por su cuenta, integrándola en sus rutinas habituales.
El riesgo de que el cáncer reaparezca tras el tratamiento inicial se ha reducido un 28% en pacientes que han seguido un plan de ejercicio
Cinco años después de enrolarse en el ensayo clínico, el cáncer había reaparecido en el 26,1% de los pacientes que solo habían recibido los materiales educativos. Entre los que habían seguido el programa de actividad física, el porcentaje se redujo al 19,7%.
A los ocho años, habían muerto el 66 de los 444 participantes del primer grupo (el 14,6%) y 41 de los 445 participantes del segundo grupo (9,2%). Esta diferencia equivale a una reducción de mortalidad del 37%. La reducción no solo se explica porque hubo menos recidivas de cáncer colorrectal, sino también porque hubo menos casos de otros cánceres, como de mama y de próstata.
“Ahora tenemos evidencias definitivas de que el ejercicio no solo es una intervención para la calidad de vida y la forma física. Es una intervención que mejora la supervivencia y debería formar parte del tratamiento estándar”, ha declarado a The New York Times Christopher Booth, director de la investigación, de la Universidad Queen’s de Kingston (Canadá).