La fotogenia de los robles que enmarcan la big house en Oak Alley es indudable. Que se lo pregunten a Beyoncé que eligió este emplazamiento para grabar junto a Jay Z el videoclip de Déjà Vu. Y, de hecho, no es la única filmación realizada en este escenario. Aquí también han actuado John Travolta, Faye Dunaway y tanto Brad Pitt como Tom Cruise se lucieron en sus sangrientos papeles de Entrevista con el vampiro. Pero el encanto de esta plantación de Luisiana no radica en su belleza. Lo realmente atractivo es la lección de historia que imparte este lugar.
Oak Alley está a orillas del Misisipi, no lejos de su desembocadura en el golfo de México. Es decir, en el sur profundo. Y cuando se habla del sur en los Estados Unidos inmediatamente resuenan ecos de su pasado. Más aún aquí, en la plantación de caña de azúcar más grande del estado de Luisiana.

El salón principal de la mansión ventilado con el abano sobre la gran mesa del comedor
La esclavitud se siente en Oak Alley, cuyo nombre hace referencia a los 28 robles casi fantasmagóricos que flanquean la llegada a la mansión de la familia Roman. En las primeras décadas del siglo XIX, Jacques Roman y su esposa Celina impulsaron la construcción de esta big house señorial estilo neoclásico. Una gran casona desde la que gobernar su imperio agrícola y presumir de riqueza ante sus vecinos.
La mansión es visitable y recrea el ambiente de época en sus estancias. Algunas espectaculares como el salón de la planta baja donde sobre la mesa repleta de vajilla cuelga un gran abano de madera, la única forma de refrescarse antaño. Por supuesto un artilugio que se movía con la fuerza de un esclavo ubicado en la esquina del salón, que sudaría sin cesar para lograr que sus amos no notaran ni pizca de calor.
La mansión es visitable y recrea el ambiente de época en sus estancias
Mientras en la planta alta se visita el cuarto de los niños y el dormitorio de los Roman. Una estancia que acabó siendo también el despacho del señor. Una especie de cárcel de oro, ya que la salud de Jacques Roman nunca fue demasiado buena y con los años empeoró hasta que apenas podía salir de su cuarto. Como mucho saldría a la gran terraza de la mansión para contemplar sus dominios.
Precisamente así acaban las visitas guiadas a la big house. En un gesto teatral los guías abren las puertas de un balcón central. Es infalible, porque el grupo lanza un ”¡oh!” de admiración al avistar la avenida de los descomunales robles que se prolonga hasta llegar al Misisipi. Es el broche de oro al recorrido por el palacete y a las explicaciones sobre la vida opulenta de los Roman que con el devenir de los años acabó en la ruina.

El paseo de los robles llega hasta las orillas del río Misisipi
Tras morir Jacques, en 1848, su esposa se puso al frente de la plantación. Sin embargo, las crónicas cuentan que la señora no tenía noción alguna para llevar el negocio. Solo contaba con el espíritu esclavista. Así que las deudas crecieron y la bancarrota no tardó en llegar. Ni sus hijos pudieron reflotar aquello. Y para colmo estalló la guerra de Secesión y la emancipación de los esclavos que proclamó Abraham Lincoln en 1863.
El esplendor de la plantación Oak Alley había llegado a su fin. Con el tiempo tuvo otros propietarios y se adaptó a la nueva situación. Pero una vez que la mano de obra ya no era gratis, todo era menos rentable. Era un lugar devaluado y la decadencia pudo acabar en ruina total. Pero hace 100 años cayó en manos de los Stewart. Andrew y Josephine Stewart compraron la finca y aquí vivieron durante años.
En las cabañas reconstruidas se muestra cómo vivían en una austeridad total los antiguos esclavos
En realidad, ella vivió casi treinta años más. Y durante todo ese periodo debió reflexionar mucho sobre el pasado de la plantación. Así que antes, de fallecer en 1972, creó la Oak Alley Foundation. Esta organización sin ánimo de lucro aún gestiona el lugar y lo promociona, tratando de mostrar la historia tal y como fue. Y por lo tanto otorgando el protagonismo que le corresponde a los centenares de esclavos negros que aquí vivieron y murieron.
Desde la fundación se ha investigado toda la documentación posible hasta lograr un censo de los esclavos de la plantación. También se han reconstruido las cabañas donde vivían estas familias, dando nombres y apellidos a sus moradores. Un paseo por esta zona de Oak Alley permite conocer a Meanna, Madison, Argus y otros esclavos.

Se restauraron seis casas de esclavos y se pueden recorrer con paneles explicativos o guías
Se muestra cómo vivían en una austeridad total, más aún en comparación con la abundancia que emana la big house. También se descubren sus múltiples trabajos: cosechar de sol a sol, arreglar los caminos, descargar en los muelles del río o hacer cualquier otra tarea de albañilería que fuera necesaria. De hecho, la propia construcción de la mansión fue con mano de obra esclava.
A través de los barracones, sus decoraciones interiores y los carteles informativos, se ve como era el día a día de los esclavos. Una cotidianeidad que básicamente consistía en trabajar y descansar. Poco más. Aunque debían sacar tiempo para cocinar, lavar, cultivar su propia comida, tejer sus ropas y hacerse sus muebles. Rezando para no caer enfermos y sobre todo no sufrir heridas, ya que los médicos de los negros amputaban más que sanaban a sus enfermos. No es raro que la gran mayoría de ellos murieran entre los 17 y los 38 años.
Esa corta vida, tal vez se podía alargar un poquito entre los esclavos del servicio doméstico, sometidos a menores esfuerzos físicos. Ellos eran los que más cerca estaban de sus amos, les servían la comida o criaban a sus hijos. Además, asistían, como sirvientes, a todo tipo de eventos y podían escuchar conversaciones en la que se les tachaba de raza inferior o animales. Y siempre atendiendo a cualquier orden o capricho, sin fallar nunca. Nadie mejor que ellos para saber que blancos y negros vivían en un mismo lugar, pero en mundos diferentes.
Dónde dormir
En esta zona del sur de Luisiana hay varias plantaciones visitables, pero la más grande y también la más frecuentada es la de Oak Alley, por su belleza, por su interesante enfoque expositivo y también por su cercanía a la Nueva Orleans, de la que dista aproximadamente una hora por carretera. De hecho, se ofrecen muchas excursiones en el día desde la gran ciudad. No obstante, hay otra opción apetecible para empaparse del sur del estado, conociendo así sus paisajes ribereños, sus áreas pantanosas plagadas de caimanes, su gastronomía cajún y sus ritmos musicales que jamás dejan de sonares. Se trata de visitar Oak Alley y hospedarse en las casas que se alquilan dentro de la propia plantación. Las hay de varias capacidades y precios, eso sí ninguna es tan lujosa como la big house ni tan sumamente humildes como los barracones de los antiguos esclavos.