Europa tenía este pasado fin de semana un examen importante para comprobar si el ascenso electoral de las fuerzas populistas y de extrema derecha que hemos visto estos últimos tiempos se confirmaba. Tres países miembros de la Unión Europea tenían cita con las urnas en unas elecciones clave no solo para su futuro sino también para el devenir del continente. Portugal celebró comicios generales anticipados, mientras que en Rumanía y Polonia hubo elecciones presidenciales.
Y la conclusión que se puede extraer de estas tres citas con las urnas es que, efectivamente, la ultraderecha sube, pero no llega. Las formaciones extremistas han quedado segundas en los tres países, lo que confirma un incremento del apoyo popular. Han crecido, pero no han logrado mayorías. Bruselas respira aliviada porque preocupaba y mucho una nueva inclinación política hacia posiciones extremistas y nacionalistas, en especial en los dos estados de la Europa oriental. La UE prefiere ver el vaso medio lleno y respira hondo al ver que en Portugal la subida de la extrema derecha no impide la nueva victoria de la alianza conservadora que estaba en el poder; que en Rumanía, el candidato europeísta se ha impuesto al aspirante ultra y trumpista, y que en Polonia el candidato liberal-centrista ha ganado la primera vuelta al aspirante ultranacionalista. Veamos cada caso.
En Portugal, el avance de la extrema derecha de Chega (del 18% al 22,8%) se ha plasmado en prácticamente un empate porcentual con los socialistas por el segundo puesto y empate a 58 escaños. Ello acaba con el histórico bipartidismo entre conservadores y socialdemócratas, pues es la primera vez en cincuenta años que un tercer partido logra un resultado tan contundente. Un desastre para el PS, cuya primera consecuencia ha sido la dimisión de su líder, Pedro Nuno Santos. La conservadora Alianza Democrática ha repetido victoria y Luís Montenegro seguirá gobernando, pero lejos de la mayoría necesaria para acabar con el largo periodo de inestabilidad política que vive el país. Los resultados confirman el giro derechista del Parlamento, donde la suma de AD, Chega e Iniciativa Liberal supone casi el 60% de los votos.
Los partidos extremistas avanzan en Portugal, Rumanía y Polonia aunque sin lograr mayorías
En Rumanía, el nuevo presidente es Nicusor Dan, actual alcalde de Bucarest, que con el 54% de los votos ha ganado al radical prorruso George Simion, que había arrasado en la primera vuelta. Bruselas se felicita por el triunfo de Dan –logrado en gran parte al conseguir una gran movilización en la segunda vuelta–, pero los resultados confirman que la ultraderecha ha subido y que el país está muy polarizado. No hay que olvidar que un tercio de los diputados del Parlamento rumano son de partidos ultraderechistas.
La victoria del candidato liberal es importante porque en Rumanía el presidente tiene atribuciones en política exterior y defensa, y una victoria radical hubiera situado al país claramente alineado con Rusia. Cabe recordar que estos comicios han sido la repetición de los que se celebraron el mes de noviembre, anulados por el Tribunal Constitucional precisamente por injerencias rusas en el proceso electoral.
Y en Polonia, el alcalde de Varsovia, Rafał Trzaskowski, ha ganado por estrecho margen la primera vuelta de las presidenciales al ultraconservador Karol Nawrocki, respaldado por el partido Ley y Justicia (PiS). Una victoria mínima que deja muy abierta la segunda ronda. De volver a ganar Trzaskowski, acabaría la difícil cohabitación que el primer ministro Tusk ha mantenido con el actual presidente, Andrzej Duda, apoyado por el PiS, que ha vetado diversas leyes del Gobierno liberal. Una presidencia de Trzaskowski permitiría al premier continuar las reformas judiciales y reforzar los lazos con la UE. Pero todo está aún en el aire.
Alivio en Bruselas por el triunfo en Rumanía del candidato europeísta a la presidencia del país
En los tres países han vencido los candidatos europeístas, aunque las fuerzas populistas de extrema derecha han seguido creciendo, y un dato podría explicar gran parte de esa subida. Un estudio académico europeo, del que informaba ayer este diario, confirma que esos partidos incorporan cada vez más hombres jóvenes de la generación Z y de los millennials. Un fenómeno de fondo sacude a Europa: aumentan la brecha de género, la brecha general estructural y factores como la precariedad laboral y las políticas de discriminación positiva, lo que genera inseguridad a los jóvenes y los lleva a votar opciones extremistas. Estas generaciones reconfiguran el mapa político europeo con consecuencias preocupantes y quizá irreversibles.
Si los partidos tradicionales conservadores, socialistas y liberales no reaccionan pronto con alternativas válidas y creíbles frente al extremismo y el trumpismo, esta brecha no hará más que crecer, con el peligro que ello supone para la democracia y la libertad en toda Europa.