Una ruptura de consecuencias imprevisibles

El 20 enero, día de la toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, escribíamos en este mismo espacio editorial: “La alianza Trump-Musk augura una administración más opaca y privada, pero también una lucha de egos que habrá que ver cuánto dura y si no acaba estallando”. No hacía falta ser profeta ni visionario para aventurar que la colisión entre estos dos ejemplos de narcisismo era solo cuestión de tiempo. El choque de egos, pero también de intereses, era inevitable.

El presidente del país más poderoso del mundo y el empresario más rico del planeta han pasado de aliados estratégicos a enemigos declarados, en una guerra cuyas armas han sido los comunicados en sus respectivas redes sociales. Musk y Trump formaron una alianza coyuntural que llevó al multimillonario a ocupar un puesto clave en el Gobierno, al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental, para aplicar un recorte drástico en el gasto público, y que duró hasta la semana pasada, cuando Trump le agasajó con un discurso de despedida en el despacho oval dándole una gran llave de la Casa Blanca.

Días después, Musk criticó duramente la reforma fiscal que Trump tiene en trámite en el Senado. La modificación de la tribu­tación que contempla no gusta nada al magnate. El presidente replicó amenazando con eliminar todos los contratos que la Administración tiene con empresas del multimillonario, a lo que Musk contestó con una auténtica bala de plata , afirmando que Trump aparece en los archivos de Epstein, la lista que revela algunas de las figuras más poderosas del mundo supuestamente involucradas en una red de pederastia. Una acusación sin pruebas, pero de enorme alcance mediático y ciudadano y que servía para ensuciar la imagen pública del presidente. Sin embargo, ayer Musk dio marcha atrás y retiró ese tuit de su red social.

Trump y Musk han pasado de ser aliados estratégicos a enemigos declarados

El choque de trenes no podía producirse sin dejar consecuencias y, de momento, el impacto mayor lo ha recibido Tesla, la empresa bandera del magnate, que perdió decenas de miles de millones de capitalización en Wall Street. De momento, Trump no parece interesado en cerrar la brecha con Musk, a pesar de que el viernes reculó y dijo querer conversar con el presidente, petición que este desdeñó.

El enfrentamiento es el espejo de las dos corrientes trumpistas existentes en el país. Por un lado, la vanguardia empresarial tecnológica de Silicon Valley y por otro los nacionalistas ultraconservadores que impulsan el movimiento MAGA (“Make America Great Again”) con Steve Bannon, el antiguo estratega jefe de Trump, al frente y que siempre ha puesto en duda la fidelidad del capitalismo tecnológico libertario al presidente Trump. Por eso Bannon ha aprovechado para pedir la deportación de Musk a Sudáfrica (país donde nació), que el Gobierno confisque su empresa Space X y que se le investigue por consumo de drogas.

Trump y Musk siempre han tenido visiones del mundo opuestas y profundas diferencias generacionales y estilísticas. Pero ambos son expertos en generar atención y disfrutan agitando las aguas, provocando a sus rivales. Cada uno ha tratado de tener más poder para lograr sus objetivos existenciales. Musk se identifica políticamente bajo el velo del libertarismo, ideología que defiende al extremo el libre mercado, con una intervención mínima del Estado tanto en la economía como en la sociedad. Donald Trump está en un estadio más conservador de la derecha estadounidense, desplegando una acción más enfocada en la intervención estatal.

El magnate se abre a una tregua que el presidente rechaza; un choque frontal puede perjudicar a ambos

El plan fiscal que Trump ha llevado al Congreso está basado en una gran variedad de recortes fiscales, con una reducción en el gasto público, con un recorte de hasta 3,8 billones de dólares en impuestos. Pese a ser medidas alineadas con la narrativa neoliberal, para Musk no bastan, porque considera que los recortes son insuficientes.

Los perfiles combativos de Musk y Trump siempre pusieron en la mesa una posible confrontación, que se ha retrasado por la agenda común compartida durante la campaña y los primeros meses de presidencia, hasta que sus contrastes ideológicos han hecho imposible mantener su alianza. Musk intentó hasta donde Trump le dejó. Si el presidente usa la maquinaria del Gobierno y cancela los contratos que tiene con empresas de Musk, el multimillonario sufrirá. Pero Musk también tiene recursos casi ilimitados para responder, como la financiación de rivales de los republicanos en las primarias y en las elecciones de medio mandato. Puede que no gane la guerra, pero podría cobrarle a Trump un alto precio político. Sin embargo, ahora Musk parece querer recular y ofrece una tregua, pero el presidente la rechaza y esgrime la amenaza de cancelarle contratos federales.

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