Cuenta la leyenda que el mítico Pedro Escartín, que fue futbolista, árbitro, entrenador, seleccionador nacional y periodista, decía a los jugadores antes de los partidos: “Vosotros marcad goles; de decir que habéis jugado bien ya me encargo yo”. No sé por qué, el borrador de sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre el recurso del PP contra la ley de Amnistía, asunto de Estado de esta semana, me recuerda esa fábula periodístico-futbolera. Me sonó como si en el 2023 se oyera en la Moncloa una voz misteriosa: “Pedro, asume tú el riesgo de aprobar la amnistía, que Conde-Pumpido es tan sabio que encontrará argumentos para decir que has jugado bien”. Y así se hizo.
Como en este país la legalidad ya se interpreta y se aplica en términos de polarización (progresistas versus conservadores y viceversa), el proyecto de sentencia no sorprendió: dado que en el TC la mayoría es progresista y en el Gobierno también, esa tendencia gana. Me atrevo a anotar que Inmaculada Montalbán, redactora del documento, hizo virguerías de funambulismo para lograr que su documento sea digerible. (Digo funambulismo con admiración, no como crítica, porque solo admiración merece quien muestra tal capacidad creativa y tan polivalente dominio del Derecho, escrito sea con mayúscula).
Ella sola, o en compañía de otros, se las ingenió para asegurar que una de las normas que más dividió a la sociedad ahora sea el instrumento de “mejora de la convivencia y la cohesión social”. Tuvo la astucia de no meterse en el jardín de la malversación. Y, desde luego, huyó de juzgar intenciones y estrategia del legislador (léase Pedro Sánchez), lo cual le evita pronunciarse sobre lo que el PP considera corrupción: el trueque de amnistía por jefatura del gobierno.
Hay aspectos en el borrador que necesitan explicación. Uno, lo escrito sobre las diferencias entre indulto y amnistía. No es verdad que la amnistía se haga para casos no juzgados, porque las de 1976 se aplicaron a personas juzgadas y condenadas. Otro, el alto valor probatorio que da al preámbulo de la ley, cuando al preámbulo del Estatut se le negó valor jurídico; se nota que es una interpretación interesada. Y el tercero, la previsión de efectos: la ponente supone que ninguno. Me parece ingenuo pensar que esta sentencia no creará jurisprudencia ni dará alas al independentismo más alejado del Estado español.

Ramón Sáez Valcárcel e Inmaculada Montalbán, jueces del Tribunal Constitucional
Pelillos a la mar. El Gobierno respira y Sánchez, con su monoplaza de la amnistía, se sitúa a la cabeza de la carrera hacia las urnas del 2027. Esa es la jugada. Pero cuidado con el entusiasmo, porque es cierto que en el mercado político cotizan alto la buena relación Catalunya-Estado y la concordia invocada para mejorar la convivencia y la cohesión, pero no es menos cierto que la reclamación de independencia marcó este martes un acto cultural en Palau como un escrache a Salvador Illa. Quiere decirse que el procés ha muerto, pero su espíritu sigue, como el dinosaurio de Monterroso. En mi tierra gallega llevamos décadas diciendo con Cunqueiro que las meigas no existen, pero haberlas, haylas. Pues en el procés , exactamente igual.
RETALES
Crónicas. “Ya no hay grandes cronistas parlamentarios”, lamentó el gran crítico literario. “¿Cómo que no?”, replicó el modesto gacetillero político; “lo que no hay es Parlamento”.
Ruido. Pocas veces pudimos leer tantos deseos de mandar a casa a un presidente. Y pocas veces un presidente mantuvo tantas expectativas de voto en medio de tan ruidosa ofensiva. Espero que no las rompa o las pierda por su torpe silencio ante la escandalera de ritual.
Ultras. Atención, que ya se habla de la extrema derecha como “ola dominante”. Prescindible lección de la historia: nadie gana elecciones si los votantes no ven “cara de presidente” al aspirante y aureola de ganador a su partido.
Escrivá. Tres razones para apoyar la idea de llevar a Barcelona parte del Banco de España: descentraliza, aprovecha un magnífico edificio existente y lleva el nombre de España. Solo falta un detalle: que Puigdemont lo pueda inaugurar.
Valencia. Forma de no resolver nada: que las administraciones públicas competentes no se entiendan. Si, además de no entenderse, funcionan como enemigas, el fracaso está asegurado. Víctimas de la dana, pueden protestar.
Plante. El PP amenazó con boicotear la conferencia de presidentes si no incluía asuntos no previstos en el orden del día. Petición razonable, pero inquietante el uso de ese método de presión, que empieza a contagiar al resto de la sociedad.