En Netflix no se suelen dar prisa cuando se trata de estrenar nuevas temporadas. Que se lo digan a Miércoles, Stranger things o Ginny y Georgia, para poner solo algunos ejemplos. Así que sorprende cuando aparece una serie como Nadie quiere esto, que emitió su primera temporada a finales del pasado mes de septiembre, y comunica que ya tiene fecha de estreno para la segunda temporada: el 23 de octubre.
La comedia romántica creada por Erin Foster se centra en la química irresistible entre Joanne (Kristen Bell), la deslenguada presentadora de un podcast sobre sexo y relaciones, y Noah (Adam Brody), un rabino moderno que tiene el deber de encontrar una esposa que le ayude a llevar a su congregación. Después de un final de temporada que dejaba la puerta abierta a más episodios, Foster se puso manos a la obra: no quería que se sintiera “una gran diferencia” entre las dos primeras temporadas.
“Debería sentirse como una continuación de las mismas dinámicas, el mismo rollo, la misma cadencia”, informó mientras la industria aplaudía la autenticidad de la química entre Bell y Brody, el ritmo y los chistes de la serie, y lo bien utilizados que estaban los recursos habituales de la comedia romántica en Nadie quiere esto. “Sé lo que enganchó a la gente, qué falló y qué gustó, y el objetivo es dar a la gente lo que quiere en vez de optar por una elección artística rara y robarles de la alegría que quieren sentir”, confesó.
Para asegurarse que el proceso creativo no se encallaba, Foster tomó una decisión que otros creadores posiblemente hubieran evitado: Netflix, con su beneplácito, fichó a Jenni Konner y Eric Kaplan como showrunners de la segunda temporada. El objetivo era que dos guionistas y productores ejecutivos con tanta experiencia como ellos (Konner llevó Girls creativamente con Lena Dunham, Kaplan estuvo en The Big Bang Theory y Futurama) llevasen el día a día de la producción, que los equipos estuvieran coordinados, mientras Foster se centraba única y exclusivamente en escribir la serie.
Esta decisión no debe interpretarse como si Netflix hubiera quitado funciones a la creadora, relegándola a un segundo plano: es habitual en Hollywood que, cuando un creador no tiene mucha experiencia en lo que se refiere a escribir y producir una serie, cuente con showrunners más experimentados para llevar los aspectos más de logística. Foster, al fin y al cabo, es imprescindible: se inspira de forma relajada en anécdotas suyas como una chica criada en el mundo del espectáculo que un buen día se enamoró de un atractivo judío.
Para la segunda temporada, se espera el regreso a tiempo completo de los principales secundarios de la primera temporada: Justin Lupe como Morgan, la hermana de Joanne, Timothy Simons como Sasha, el hermano mayor de Noah, y Jackie Tohn como Esther, la cuñada de Noah. En el caso de Tohn, se trata de un ascenso: a pesar de su presencia e impacto en la primera temporada, solo era una actriz recurrente, mientras que ahora ha trabajado en la serie en calidad de actriz fija.

Erin Foster se inspiró en su propia conversión al judaísmo como premisa para la serie.
Entre los fichajes de la segunda temporada, destaca la presencia de Leighton Meester, conocida como Blair Waldorf de Gossip Girl… y la mujer de Adam Brody en la vida real. Será Abby, una influencer del mundo de la maternidad que era la rival de Joanne en el instituto.