¿'Dept. Q' de Netflix está bien o se pasa de 'especialita'?

Crítica

Éxito no le falta en Netflix... ¿pero su falta de naturalidad es un aliado o todo lo contrario?

A Matthew Goode ni despeinándole le quitas la cara de buen chico.

A Matthew Goode ni despeinándole le quitas la cara de buen chico.

Netflix

La primera escena de Dept. Q de Netflix es una muy buena presentación para una serie policial. Muestra lo que está grabando la cámara que un agente lleva en el uniforme en una escena de un homicidio. Hay un cadáver de un hombre en el comedor de su casa con un cuchillo clavado en la cabeza.

Carl Mock (Matthew Goode), un detective que literalmente pasaba por la calle, bromea al analizar el escenario: “No nos precipitemos, podría haberse caído sobre el cuchillo en la cocina y luego haber llegado tambaleándose hasta su butaca favorita”. “¿Y cogió la manta mientras lo hacía? Tiene mucho sentido, sí. Por lo menos murió cómodo”, le responde su compañero James Hardy (Jamie Sives). No pueden estar más pagados de sí mismos. Se presenta a la perfección la actitud y complicidad de los dos detectives y, cuando las cosas se tuercen en medio segundo de pesadilla, también su conflicto.

La desaparición de Merritt (Chloe Pirrie) es el caso de la primera temporada.

La desaparición de Merritt (Chloe Pirrie) es el caso de la primera temporada.

Jamie Simpson/Netflix

Los hechos acontecidos en ese domicilio, que conste, no son el caso principal de la primera temporada de Dept. Q, una creación conjunta de Chandni Lakhani, con experiencia en Vigil, y Scott Frank, el autor de Gambito de Dama y que este año también nos trajo Monsieur Spade en Filmin. Meses después, con James ingresado y parapléjico, a Carl le encomiendan arrancar una unidad para investigar casos abiertos. No es un premio.

La comandante Moira Jacobson (Kate Dickie) sabe que tiene un detective traumatizado, que no hizo bien su trabajo, y le entierra en el sótano sin una partida presupuestaria para un equipo sólido. Carl se tiene que conformar únicamente con la ayuda de Akram (Alexej Manvelov), un expolicía sirio muy educado pero con mucha sangre fría al tratar con detenidos, y Rose (Leah Byrne), una cadete que está harta que la pasen por alto y quiere demostrar su valía. ¿Su primer caso? La desaparición de la fiscal Merritt Lingard (Chloe Pirrie), que subió a bordo de un transbordador cuatro años antes y nunca llegó a puerto.

Akram (Alexej Manvelov) es sin lugar a dudas el MVP de la temporada.

Akram (Alexej Manvelov) es sin lugar a dudas el MVP de la temporada.

Justin Downing/Netflix

Dept Q. se caracteriza sobre todo por tres elementos: el diseño de producción, las ganas de Frank y Lakhani de escribir personajes límite y un tratamiento muy enrevesado de los casos. La misma semana que decía que Étoile (Estrella) enamora en Prime Video con su diseño de producción, aquí tenemos un drama policial con escenarios llamativos, como el despacho de la comandante con decenas de lámparas, ese sótano que sería de ensueño si fuera allí una brigada de limpieza y unos decoradores, la casa acristalada de Merritt que parece representar su carácter terriblemente frío y, bueno, la decisión de ambientar tantas escenas en un espacio claustrofóbico con el potencial que tiene a nivel de dirección. No se busca el realismo sino la confección de un universo propio que, a nivel de peluquería y vestuario, encaja con los looks de los personajes.

En los nueve episodios, no se hace pesada la investigación mientras los personajes tiran hilos que en un comienzo no está claro si afectan al trauma conjunto de Carl y James o a la desaparición de Merritt. Ayuda el modelo Netflix de emitir la temporada de golpe y no tener demasiado tiempo de reflexionar sobre los tiempos en los que se destapa el misterio (aunque otras series se beneficiarían del modelo semanal, que conste) pero sobre todo el arrebato de personalidad de los personajes. 

Muy fan de la iluminación de la comisaría.

Muy fan de la iluminación de la comisaría.

Jamie Simpson

No faltan chascarrillos constantes en esta lucha constante de los guionistas para ser originales. Carl es antipático de narices con ese pelo despeinado que te intenta hacer olvidar la cara de buenazo que tiene Matthew Goode; Rose, con ese pelo de dibujo animado, tiene TOC; Akram, con su aspecto de funcionario comedido, oculta un espíritu casi de justiciero (y es, de largo, la estrella de la temporada); y la comandante pasa los ratos muertos intentando superar su aracnofobia, que no aporta absolutamente nada a la serie aparte de color.

Esta sed de excentricidad es forzada, sobre todo cuando se intuye cierta desesperación con elecciones arbitrarias, y puede expulsar en algunos momentos. Vaya, que Dept. Q puede ser muy irritante de tanto ir de especialita. Pero, si hablamos de dramas policiales, siempre es mejor uno que se pasa de frenada buscando la particularidad que otro que, obedeciendo a la tradición y el realismo, es indistinguible en el panorama catódico. Y, dentro del catálogo de Netflix, donde se confía demasiado a menudo en los misterios vacíos de Harlan Coben, se debe interpretar esta serie como una de las buenas.

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