Hay muchos misterios al rededor de la aviación. La profesión de piloto es una de las más adoradas por los amantes del cielo, pero, ¿sabemos realmente cómo es su día a día? Lugares únicos, horarios cambiantes y equilibrio con la vida personal son algunas de las características que definen esta profesión tan aclamada.
Para conocerla más en profundidad, hablamos con la piloto comercial de largo recorrido Savina Paül sobre cómo es su día a día dentro y fuera de la cabina. Además de su trabajo, compagina el horario con sus redes sociales, donde acumula casi medio millón de seguidores. ¿Su secreto? La cercanía con la que habla de su vida como piloto.
Piloto de avión de largo recorrido
Una profesión vocacional
¿Cómo decidiste ser piloto?
Siempre he sido una niña de montaña, muy todoterreno. Viajar es algo que me ha apasionado desde que soy pequeña, pero nunca lo había visto como una opción. Cuando llegó el momento de decidir qué quería hacer estaba desmotivada con los estudios porque no tenía claro mi futuro. Ninguna opción me convencía del todo. Entonces mi madre me dijo: “Deja de pensar en qué quieres estudiar y empieza a imaginar cómo te gustaría que fuera tu vida”. Y ahí, sin pensarlo, le dije: “Quiero ser piloto de avión”.
Se quedó en shock, porque lo dije con mucha convicción. Me dijo: “Ostras… pues vamos a investigar cómo se hace esto”. No teníamos ni idea. De hecho, el desconocimiento era tal que mi madre quiso sí o sí que hiciera una formación universitaria. En España solo hay dos centros donde se puede estudiar para piloto con formato universitario: uno en Reus y otro en Salamanca.

Savina Paül, piloto de avión de largo recorrido
Mi madre insistía en que, si me pasaba algo de salud (en este trabajo es clave, cualquier problema puede implicar la pérdida de la licencia), tuviera un grado. Apostaron por esa opción, aunque era un gran esfuerzo económico. Nosotros somos una familia normal, con trabajos normales. Para mis padres fue una gran apuesta. Confiaron plenamente en que, si yo seguía este camino, lo haría bien y no perderían ni un euro.
Apostaron por una formación más cara que la opción modular, para que estuviera mejor protegida. Además, pensaban que, al ser mujer, si un día quería ser madre, quizás ya no podría ejercer como piloto. Imagínate. Ahora, con mi experiencia, te aseguro que está todo contemplado para que una mujer pueda ser madre y seguir volando, pero ellos no lo sabían entonces.
Desde entonces, estoy enamorada de mi trabajo. La carrera fue bastante amena porque todo era muy chulo. El primer año había física y mates, pero todo aplicado al vuelo, a la aerodinámica, a la sustentación…
¿Cuándo diste el paso de lanzarte a las redes sociales?
En ese momento no tenía redes sociales, solo un Facebook y un Instagram privado con 500 seguidores. Cuando empecé los estudios, era plena crisis económica (2012-2013), no había contrataciones en aviación. Todo estaba parado. Pero en 2017, cuando terminé, hubo un boom: había demanda de pilotos y pude colocarme enseguida al graduarme. Fue un caso de éxito, porque lo normal es trabajar de instructor primero o en una aerolínea low cost. Yo entré directamente en una muy buena aerolínea, que por confidencialidad no puedo nombrar.
A los 22 años empecé a trabajar. Aunque no fue tan fácil, tenía una deformación en el hueso calcáneo de ambos pies y necesitaba operarme. Me gradué en junio, me operé en verano (un pie y luego el otro) y en septiembre ya estaba recuperada. Justo entonces se abrió convocatoria en la aerolínea de mis sueños. Fueron meses de pruebas: psicotécnicos, simuladores, exámenes médicos, inglés en grupo… y lo conseguimos junto a mi pareja, que también es piloto. Con 22 años, empecé a volar el A320 por Europa.

Savina Paül, piloto de avión de largo recorrido
Llevo ya 8 años volando. En redes solo llevo 3. Al principio no usaba nada, pero con la pandemia, empecé a hacer deporte y a ser más activa en Instagram. Una marca de ropa deportiva, Falke, se fijó en mí y me llevó a Sudáfrica para un shooting y ahí empezó todo. Al principio solo hablaba de deporte, pero cuando comencé a volar a la gente le interesaba el porqué iba siempre a tantos lugares distintos. Soy parte del 5% de mujeres en aviación. Mi imagen no se asocia al típico piloto y eso generaba curiosidad.
Lo que más me motiva es humanizar esta profesión tan técnica, acercarla, ayudar a quienes tienen miedo a volar o quieren ser pilotos. Eso tiene un retorno emocional enorme.
Entiendo que tu rutina es muy variable, ¿cómo lo haces para encontrar un ritmo saludable?
Volando largo recorrido, cambian mucho los horarios y hacemos muchos vuelos nocturnos. Aprendí a escucharme: dormir si tengo sueño, cancelar planes si lo necesito, descansar las 24 horas tras un vuelo. Encontrar un entrenador flexible ha sido clave. A veces tengo energía, otras estoy hecha polvo. Lo mismo con la comida: no cuento calorías ni sigo dietas estrictas, escucho lo que mi cuerpo me pide.
Los descansos están regulados por la AESA (Agencia Estatal de Seguridad Aérea). Tenemos límites mensuales, anuales y por tipo de vuelo. Para que te hagas una idea, un mes puedo hacer cuatro idas y vueltas a destinos largos, estar 24 o 48 horas allí, luego descansar en casa otros dos o tres días. También tenemos guardias, y la programación cambia cada mes. Solo la sabemos una semana antes, así que es difícil planificar eventos sociales.
A nivel social, este trabajo te aleja un poco de la rutina común de amigos y familia
Con mi chico, a veces nos ponen en los mismos vuelos (volamos en tripulaciones de 3 o 4 en vuelos largos). Lo hemos pedido para conciliar, pero no siempre se da. Hay meses que no coincidimos nada. Llevamos ocho años juntos y ya nos hemos adaptado. Somos independientes y respetamos nuestros espacios. A nivel social, este trabajo te aleja un poco de la rutina común de amigos y familia. A veces no estás ni en Navidad, pero sí un martes completo. Hay amistades que entienden, otras se pierden.

Savina Paül, piloto de avión de largo recorrido
¿Y la soledad?
Sobre la soledad, estoy acostumbrada. Soy hija única y me gusta tener mis momentos. Cuando llegamos a un destino, hacemos planes de grupo con la tripulación, pero también tengo amigos en distintas ciudades, como San Francisco o Chile que siempre intento visitar cuando estoy por allí. Es como tener vidas paralelas en cada lugar.
Aunque tú lo gestionas como quieres. Puedes ser libre e ir más a tu ritmo o quedarte descansando. Es según lo que necesites.
¿Recuerdas alguna situación emocional que te haya marcado?
Hay una en particular que fue muy emocional. Llevamos a un niño con enfermedad terminal a Laponia para cumplir su sueño de ver a Papá Noel. Le hicimos un dibujo de recuerdo de toda la tripulación. Momentos así te hacen ver lo importante que es tu trabajo.
También viví una emergencia médica en vuelo: tuvimos que desviarnos a Canarias por un pasajero con 190 pulsaciones. O cuando la borrasca Gloria nos pilló en plena aproximación en Barcelona, con viento, lluvia y rayos. No sentí miedo, porque operamos con límites muy claros: si se supera el límite de viento o hay una alerta de “wind shear”, se aborta el aterrizaje.
El miedo a volar es común, pero muchas veces es por desconocimiento
El miedo a volar es común, pero muchas veces es por desconocimiento. Cuando explicas las cosas, la gente se tranquiliza. Me han dicho que han empezado a volar gracias a mí. Ver que hay una persona humana detrás de la cabina, que hace deporte, que tiene familia y amigos, da mucha paz. Me dicen: “Ojalá fueras mi piloto”, y yo siempre respondo: todos mis compañeros son igual de profesionales.
¿Alguna vez has sentido miedo como piloto?
No, porque tenemos muy claros los límites operativos. Para nosotros no se trata de una decisión intuitiva, sino de algo completamente técnico y científico. Sabemos exactamente cuál es el límite, por ejemplo, del viento que puede soportar el avión. Si se superan, pongamos, los 30 nudos establecidos, ya sabemos que no podemos aterrizar. Si la indicación de viento excede ese umbral, no se entra, así de claro.
Lo mismo sucede con las rachas de viento. Si aparece una ráfaga repentina, el avión puede emitir el aviso comentado antes, llamado wind shear, que en español se traduce como cizalladura de viento. Si eso ocurre, la maniobra obligatoria es un go around, es decir, interrumpir el aterrizaje y volver a tomar altura para intentarlo más tarde o desviarse a otro aeropuerto.

Savina Paül, piloto de avión de largo recorrido
Los límites operativos están perfectamente definidos y, si las condiciones no son las adecuadas, no se aterriza. Eso sí, hay situaciones en las que la meteorología empieza a empeorar justo cuando te estás aproximando: una borrasca que está entrando, el viento que comienza a intensificarse... Puede que aún no se hayan superado los límites, pero estás muy cerca, y sabes que en 10 minutos puede complicarse más.
Ahí entra en juego el criterio del piloto. Mientras estés dentro de los márgenes, puedes seguir adelante. Pero si consideras que la situación no va a mejorar o que ya no es segura, decides abortar la maniobra y no aterrizar. Lo importante es que los límites establecidos están siempre muy por debajo de la capacidad real del avión, lo que garantiza un margen de seguridad amplio y robusto.
Una de las dudas más comunes acerca de las mujeres piloto es el tema de la maternidad
En cuanto al embarazo, es una de las pocas profesiones consideradas de riesgo. Desde el momento en que una piloto sabe que está embarazada, deja de volar. Por la radiación cósmica, los cambios de presión, la fatiga, y porque no puedes liderar una evacuación con 300 personas embarazada. Te pasas casi un año sin volar: embarazo más lactancia. Luego hay una reincorporación progresiva con formación, porque los procedimientos cambian constantemente y puede ser que te oxides.
Lo bueno es que todo está pensado para que no pierdas tu antigüedad. Si Paul y yo empezamos a la vez, yo no me quedo atrás por ser madre. No es así en todos los países, pero en España sí. En EE. UU., por ejemplo, pueden volar hasta el primer trimestre.